
Augusto Álvarez Rodrich.
Claro y directo
Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.
En gestión pública, son los dos peores de la historia peruana.
Waldo Mendoza, uno de los economistas peruanos más sólidos e intelectualmente honestos, dijo ayer en Gestión que “el Perú del 2022 se parece mucho al Perú de fines de los 80″, especialmente por la incertidumbre sobre el futuro, antes por la hiperinflación, hoy por la inestabilidad política.
Agrega que en sus clases suele decir que la peor gestión pública de la historia peruana es la primera de Alan García (1985-1990), pero que Pedro Castillo (2021-?) ya le está disputando el trofeo.
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Para beneficio de los jóvenes que no leen historia, y los mayores desmemoriados, al final de los 80 el Perú era un infierno. ¿Estamos hoy así de mal? Sin dejar de ver similitudes en ambas penosas circunstancias, este columnista identifica diferencias relevantes.
Similitudes del primer gobierno de García con el ojalá único de Castillo: gran irresponsabilidad en la gestión pública por ignorancia del presidente; nombramiento de ineptos y ladrones; predominio del interés político subalterno sobre el objetivo económico de la sociedad; complicidad de la izquierda para hacer creer que eso favorece al pueblo; corrupción instalada en el propio Palacio; y una clase política decadente (aunque ahora más que antes).
En 1990 eso produjo un colapso económico y social en medio de la segunda hiperinflación más larga de la historia mundial que en el lustro superó la tasa de 2.000,000% y liquidó los ingresos de la gente, en medio de un terrorismo que amenazaba con capturar el poder.
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Ese desastre no ocurre hoy por diferencias relevantes entre 1990 y 2022: gracias a las reformas económicas de los 90 y el manejo económico disciplinado desde entonces, la macroeconomía peruana es muy sólida; la pobreza ha caído de más de la mitad de la población en 1997 a la quinta parte en 2019 (prepandemia); las empresas –incluidos los bancos– son sólidas; al igual que muchas instituciones públicas y privadas, como del BCR o los reguladores.
Todo eso –nada de lo cual es mérito de este gobierno– hace diferencia. Ambos gobiernos destruyen al país, pero la versión 2.0 de García 1.0 que es Castillo se enfrenta a un Perú mucho más resiliente. Lo que este genera es retroceso de los más pobres y pérdida de oportunidades. Que es igual de criminal.